La sociedad con frecuencia trata de manipularnos, emite mensajes negativos y contradictorios, basados a veces en información errónea o incompleta.

Como comentábamos en nuestro artículo anterior, la sexualidad está influenciada por la familia, la escuela y la sociedad. En primer lugar, la sociedad de hoy invoca el culto al cuerpo a través de la publicidad y las redes sociales. Constantemente se transmite que hay unos cuerpos mejores, más deseables o más bellos que otros. Lo que de alguna forma deja entender que hay cuerpos peores por no obedecer a los cánones de belleza establecidos. Es más, muchos jóvenes se sienten presionados para cambiar porque así no pueden ser deseados o amados.

Querer estar más saludable o atractivo es legítimo, si en ello no nos va la salud o la autoestima. Es decir, bajar peso, maquillarse, cortarse el pelo o cualquier otra mejora personal no son acciones negativas en sí. No obstante, pueden llegar a ser destructivas si se hacen desde el desprecio o el odio hacia uno mismo para ser otro. Y es un “otro” u “otra” que me han manipulado para desear alcanzar. Una trampa, al fin.

 

La trampa de las redes sociales y el machismo

Por otra parte las relaciones han perdido calidez, cercanía, profundidad y realidad. Las redes sociales así como las aplicaciones móviles, han favorecido los lazos virtuales superficiales. Disminuyendo así la espontaneidad del encuentro con el otro y el descubrimiento de toda su riqueza personal. Los jóvenes experimentan el sexo por el placer del juego y la diversión. También viven relaciones íntimas basadas en el afecto y el compromiso en pareja. Es indiferente el tipo de relación establecida, siempre que se base en la libertad, el consentimiento y el respeto de las partes.

Sin embargo, cada vez son más los ejemplos en los que parece que se ha perdido el respeto a la intimidad del otro, sobretodo si el otro es una mujer. Por ello no sorprenden los innumerables casos de violencia de género, violaciones, abusos sexuales… La superioridad que algunos hombres creen tener sobre las mujeres les lleva a cosificarlas e identificarlas como mero objeto de placer. Evidentemente, los objetos no tienen voluntad y de ahí que, para este sector de hombres, sea necesario poseerlas y dominarlas de formas más o menos violentas.

Todos somos ejemplo. Todos somos sociedad

Esto nos toca a cada uno de nosotros. Ya seamos madres, hermanas, docentes, médicos, presentadores de televisión o diseñadores de moda. Todos y todas somos y formamos esta sociedad sin nombre a la que es tan fácil echarle la culpa de lo que va mal. Es fundamental que con nuestro ejemplo favorezcamos en los y las jóvenes de hoy un empoderamiento personal basado en:

  • El desarrollo de una identidad individual positiva, autónoma, integrada en la sociedad y a la vez tolerante y crítica con la misma.
  • La participación igualitaria de hombres y mujeres en el reparto de las tareas de la casa y el desempeño de otras reponsabilidades familiares y sociales.
  • La eliminación de expresiones, actitudes o comportamientos agresivos o violentos por razón de sexo.
  • La destrucción de la jerarquización de valores tradicionalmente asignados al sexo masculino y femenino.
  • La igualdad, respeto y solidaridad entre ambos sexos.
  • La capacidad de crítica y denuncia ante situaciones de discriminación o violencia por razón de sexo o por cualquier otra razón.

En definitiva, la educación afectivo sexual es una herramienta poderosa que bien usada puede favorecer un desarrollo personal pleno. Está en nuestras manos construir una sociedad más tolerante, solidaria e igualitaria para todos y todas. Una sociedad en la que queramos vivir.