Un desarrollo pleno de la afectividad y la sexualidad contribuye a un crecimiento personal sano e igualitario. La familia, la escuela y la sociedad juegan un papel fundamental en el mismo.

Una sexualidad equilibrada influye en que seamos capaces de mantener relaciones afectivas basadas en el respeto y en la igualdad de género. Con frecuencia la afectividad y la sexualidad se han visto reducidas a la genitalidad y se les ha asociado un estigma negativo.

Una inadecuada educación sexual, construida sobre modelos machistas heredados, ha colaborado en la discriminación y la violencia contra la mujer. Desde la infancia vamos configurando nuestra personalidad, que está marcada por el desarrollo de la afectividad. Por consiguiente, una educación adecuada es imprescindible para conformarnos como personas plenas y felices.

Día tras día nos golpean las noticias de mujeres y niñas asesinadas, maltratadas, discriminadas, abusadas, violadas y marginadas alrededor del mundo. Pero… ¿Cómo puede ser? Si hoy en día tenemos más información que nunca, si están mal vistos los comportamientos machistas, si sabemos que todos somos iguales… Sin embargo, ayer y hoy, las mujeres hemos estado relegadas a un segundo plano. A pesar de esto, paso a paso estamos más cerca de la igualdad.

La familia es la cuna de una afectividad sana

En muchas familias aún sigue siendo difícil la comunicación con los hijos en cuanto a sexualidad. Muchos padres y madres temen que hablar con sus hijos fomente su curiosidad por iniciarse en las relaciones sexuales. No es así, la información procedente de los progenitores, veraz y sincera, les ayuda a responsabilizarse y a madurar en la toma de decisiones. Hemos de evitar que en la mente de nuestros niños y niñas el cuerpo y el sexo se asocien al secreto y a la culpa. Esto, con seguridad, generará conflictos en su vida afectiva en el futuro.

Acojamos esa curiosidad como natural, parte del crecimiento de cada ser humano. Todo hijo e hija debería aprender, en el seno de la familia, a aceptarse como es, una persona valiosa capaz de amar y de ser amada.

 

Los padres y madres son una figura de referencia a lo largo de toda la vida de sus hijos. Deben favorecer un clima de confianza desde la infancia. Así podrán establecerse lazos de comunicación que con los años irán fortaleciéndose. Sin duda es preciso adaptar el discurso a cada edad, huir de esquemas sexistas y no estigmatizar el cuerpo. No adelantemos respuestas a preguntas no realizadas y tampoco minimicemos, ni ridiculicemos, ninguna de sus dudas.

Poco a poco, con naturalidad y apertura, la confianza entre padres e hijos no hará sino aumentar. Con la llegada de la adolescencia, los hijos tienden a alejarse de los padres. No obstante, los hijos educados en un ambiente de comunicación fluida, se mantienen cercanos y confiados en sus padres. De este modo las familias pueden realizar un adecuado acompañamiento afectivo durante toda la vida.

Necesaria una formación de calidad en las aulas

También en las aulas debe continuar esta labor de educación afectivo-sexual, como apoyo a lo realizado en casa. Los centros educativos están llamados a formar con calidad en una afectividad sana, equilibrada e igualitaria en género. Nos referimos a algo más que explicar los métodos anticonceptivos o a enumerar las infecciones de transmisión sexual a las que la promiscuidad les expone. Ayudar a los escolares a crecer en madurez, respeto y compromiso, les proporcionará herramientas para establecer relaciones interpersonales positivas. Así, las instituciones deben promover y dotar de medios este tipo de programas. La formación integral de los jóvenes debe estar presente en todas las edades de la escolarización.